miércoles, 17 de diciembre de 2008

Semana del 21 al 27 de Diciembre de 2008

Los siguientes comentarios están publicados en Ciudad Redonda, la página de los claretianos. Os la recomiendo.


Lunes 22

Comienza esta semana, que es grande, porque nos prepara para uno de los acontecimientos importantes en la vida de fe del cristiano: el Nacimiento de Jesús, el Mesías, el Señor.
Si a alguno de nosotros nos regalaran envoltorio precioso, que intuyéramos podría ser un caramelo, y lo abriéramos y lo encontráramos vacío: ¿qué diríamos? Sin duda pensaríamos que es un chasco. La Navidad, esto es la fiesta de la natividad del Señor, puede volverse eso: un envoltorio perfecto para nada. Por eso hay que dotarla de sentido, vivirla en la plenitud de quien se sitúa en el centro de la historia, en el centro del tiempo. Esto es lo que quiere hacer Lucas a través de este recorrido que nos propone en la Liturgia de la Navidad: nos dice que hemos descubierto un eje del tiempo a través del cual gira todo el universo.
A mí me sobrecoge el cántico de María. Comúnmente se le llama con la primera palabra del texto en latín: el magníficat. Lucas lo sitúa al principio de su relato y es porque quiere que sea como una llave que abre una historia insignificante, pero que va a ser el comienzo de la Historia, la de la salvación de todos los hombres y todas las mujeres.
Lo que más impresiona es cómo dice que Dios se fija en los pobres, en los abatidos, en los sencillos. Todos los que no cuentan nada, tienen dónde apoyarse; todos los que sienten que el mundo pasa por encima de ellos como una apisonadora, tienen un refugio; todos los oprimidos de la tierra tienen un valedor. Le suma una promesa: aquellos que oprimen, los que creen que pueden, los que aplastan, tendrán que ajustarse a un juicio muy severo. Los que han abierto la puerta del dolor, del sufrimiento, de la injusticia, se encontraran de frente con Dios y les enfrentará con su propia miseria, y con la que sembraron. El texto es una bendición que se derrama, una esperanza que se yergue, una felicidad contenida que se desborda. María, una de las protagonistas del Adviento hasta la llegada de Jesús, es el cauce de ese don de Dios. Es la puerta y la llave. Precioso texto para prepararnos, precioso texto para alegrarnos: Dios se abre paso en la historia, a través de una criatura como nosotros, María, cauce de bendición.


Martes 23

Entra en escena el segundo protagonista del Adviento: Juan el Bautista. Y, lógicamente, los textos van entrelazados: la profecía de Malaquías nos dice que el que precede al Mesías habrá de ser como Elías. Es curioso cómo retrata al profeta. Coincide con Juan.
Juan pertenecía a una familia sacerdotal, pero él no va a ser sacerdote. Zacarías e Isabel no esperaban ya descendencia, pero la tienen. Parece que todo va a contramano de lo que debe suceder. Para Dios nada hay imposible. Sin embargo estos acontecimientos suceden dentro de la vida cotidiana de estos personajes que saben descubrirlo en las pequeñas cosas. Puede pasarnos a nosotros lo mismo, que Dios vaya a contracorriente en nuestra vida, que aparezca en los momentos menos oportunos, cuando ya está vencida la esperanza. Estar atentos es el mensaje.

La circuncisión era el rito de rescate del judío, la señal de pertenencia, la introducción a la comunidad israelita que le aseguraba la bendición de Yavé. En este contexto es donde recibe una doble bendición. No para él. La recibe porque será el precursor, el que va delante, el que anuncia.
La otra gran figura que abre, el preámbulo, nos advierte. Dice el texto que Dios estaba con él.
Nosotros andamos un poco en la misma situación que Juan. No somos más que anunciadores. Como esos hombres que llevan una pancarta diciendo qué se debe hacer o comprar. Juan tuvo que adivinarlo, como nosotros hemos de intuirlo en tantas ocasiones. Juan sería un icono que señalaba, que advertía. Nosotros también. Esperaba y sabía reconocer. Nosotros también. Ya a las puertas del cumplimiento de nuestro triunfo, no hay más que abrir las ventanas para que pueda entrar la claridad. Nuestra espera tiene recompensa.


Miércoles 24


Hermanitos y hermanitas:
Ciertamente que las Lecturas de preparación para la Navidad están bien engarzadas. Nos ayudan a aproximarnos con paso firme para poder descubrir. Al menos eso es lo que yo voy percibiendo. Es como si me hicieran ir cayendo en la cuenta. Una película que va resolviendo los enigmas que han ido complicando la trama.
Cuando David quiere aparecer como grandioso ante su pueblo y ante el mismísimo Dios, le quiere construir un templo, una casa. El Dios que andaba errante con Israel, que era libre y no estaba sujeto, debe someterse en un lugar. Pero Yavé está por encima y le dice a David que no se haga ilusiones. La única casa que habitará será la que quiera habitar. Y va más allá. No es bueno competir con Dios, porque siempre nos saca ventaja. Vuelve a la Promesa para decirle que su descendencia será la que alumbre una salvación, una realidad que ni el puede soñar.

Cuando Zacarías habla con este himno, nos dice que Dios cumple su promesa: que va a habitar una casa que será luz. Cumple la Promesa. Lo había dicho desde antiguo y, ahora, ha suscitado una fuerza salvadora que nos libera. Es un texto que, como todos los de Lucas, en el principio del evangelio quieren llenarnos de esperanza ante el acontecimiento que nos sobreviene: que Dios está de nuestro lado. Por eso va a suscitar un liberador, alguien de quien podemos decir: es mi Señor. Es el Señor.
La imagen final es como una traca que nos hace exclamar de admiración: es el sol que nace de lo alto, la luz definitiva, la que no está intimidad por la noche. Así se nos presentará esta misma noche, una luz inextinguible en medio de la oscuridad. La vida de Jesús sucede en medio de estas dos luces: en su nacimiento y en su resurrección. Los cristianos tenemos el tesoro mejor: vivimos en la esperanza de la luz. O, dicho de otro modo, todo lo que representa la tiniebla: l mal, el sinsentido, la angustia, la muerte, la desgracia, la pena…no van a poder resistir la embestida humilde de la esperanza y del bien. Y esta es una Promesa que, como siempre, suele cumplir el buen Dios.

Jueves 25

Hoy día 25 de Diciembre tiene la liturgia diversas posibilidades de elección de lecturas. Yo quiero fijarme en las propias del día, esto es en las del profeta Isaías, la de la carta a los hebreos y, por último, la introducción del evangelio de Juan.
La explosión que vive hoy la Iglesia universal es, sin duda alguna, la de la mayor alegría que pueda plantearse entre el cielo y la tierra. Esta alborada ha inaugurado un puente que une, de forma definitiva, el cielo con la tierra. Podemos decir que se han roto todas las fracturas que existían entre Dios y el hombre, que todas las escalas se hacen innecesarias, que no hay más que una única realidad.
Dios ha bajado, ha asumido de forma absoluta la humanidad, para poder subirla después, esto es ascenderla hasta divinizarla. La Palabra, el Verbo, se ha dicho al hombre. Y se ha dicho, de tal forma, que no necesita posible traductor porque es Dios mismo quien sale de sí, y se convierte en mensajero y mensaje, en remitente y en envío.
Como dice Isaías, ya podemos ver cara a cara a Dios. No es una idea, sino un rostro humano que ha podido acariciarse, acunarse y mecerse. Dios no es una cosa oculta a los ojos de los hombres, sino que se puede acompañar, seguir o abandonar.
Pero ¿qué victoria es esa de la que habla el profeta? Podemos mirar a nuestro alrededor y no atisbar ningún signo de esperanza. Pero el mensaje se ha anunciado esta noche, diciéndonos que viene en la pobreza y en la carne, en la humildad y de forma sencilla. Dios no se abre paso en la historia a golpe de fuerza, de imposición, de dominio, de forma que no podamos elegir. Lo hace llamando a la puerta de cada uno de nosotros, como aquel famoso verso de Lope:
“¡Alma, asómate agora a la ventana,
Verás con cuánto amor llamar porfía! ”

Nada impide que lo neguemos, como nos indica Juan: “vino a su casa, y los suyos no le reconocieron”. Porque este Dios que conocemos en Jesús ha roto todos los parámetros y nos sigue sorprendiendo siempre.
Mira, por tanto, debajo de cada cosa, porque se hace el encontradizo.
Permitidme que termine este ratito con unos versillos, quieren recordar esta enorme humildad de la que se ciñe el Niño:

Nace un niño,
en vaho de burro ceñido;
alumbra al cielo el tamo,
se hace luz la noche;
pesebre que fuerza la bruma
y ahoga estrellas sin brillo.
Nace el Niño,
de inocencias vestido,
con el acampan
liberación y alegría
Abre la historia a Dios
su sólida confusión de sueños
convirtiendo el pesebre
en radiante luminaria.
Nace el Niño,
y su llanto es más alegría
que un firmamento de risas,
inaugura a Dios en esta tierra
y tiembla el miedo para siempre.
Nace el Niño.


Viernes 26

Parece como un jarro de agua fría. Ayer celebrábamos la renovación de una esperanza, sin embargo hoy vemos a dónde puede conducir esta esperanza.
Por un lado Esteban, el protomártir. Por otro lado la aseveración que nos hace Jesús sobre la realidad que puede, y debe, provocar su seguimiento.

El relato de Esteban tiene muchos parecidos con el de la muerte de Jesús, y no es para menos. Podríamos decir que todos los mártires están asociados, de alguna forma, a aquella muerte silenciosa del Gólgota. Jesús va a dejar un reguero de seguidores que lo van a acompañar hasta la muerte, por eso son idénticos a él.

En el evangelio de Mateo se nos advierte de lo malo que sería que la gente nos vieran anodinos, insulsos, conformistas, mediocres, mimetizados con el medio. El evangelio de Jesús es combativo, no deja indiferente. La irrupción de Dios en la historia humana la diviniza, y por ello provoca tensión, dinamismo y oposición. Nadie queda a salvo de esa realidad. No contemporizamos con el mal, ni con la injusticia, ni con la desigualdad, ni con la opresión, ni con nada que haga del hombre una criatura infeliz. Jesús no lo hizo, y nos pide lo mismo a nosotros. Estamos llamados a ser luz, y la oscuridad puede oponerse.
Hay algo que debe quedar claro. La oposición por aquello en lo que nosotros debemos reflejar del reinado de Dios, no a nuestros métodos, o a lo que podemos hacer de mal, o dejar de hacer de bien. No hay que utilizar la persecución como un escudo protector de nuestros defectos o nuestras formas. La persecución, de la que habla Jesús, ha de ser por el bien que hacemos.
La solución viene al final, la perseverancia, la constancia, darán su fruto.
Vivimos momentos delicados en la sociedad. Pero es algo que sucede en cada momento histórico. Llevar con garbo, con sentido evangélico la posible dificultad nos crece, porque nos lleva a ser otros Cristos. Por eso, aunque parezca un jarro de agua fría, estas lecturas nos ubican correctamente. Jesús es nuestro Señor, por eso no hay temor.


Sábado 27

¡Qué emocionante hubo de ser aquello que vivieron los primeros! Tuvieron que reelaborar todo lo que sabían y vivían a la luz del acontecimiento de la Resurrección. Jesús es alguien para nosotros porque ellos experimentaron que estaba vivo. Y por eso, su nacimiento, se convierte en significativo para nosotros.
Creo que de eso se trata. Ser signos. Que toda nuestra forma de ser, de pensar, de movernos por la vida se encuentren amparadas por la responsabilidad que tenemos de ser significativos.
Bueno, en el evangelio se utilizan otras palabras: ser luz, ser testigos, anunciar, etc. Vale todas y las que hoy quieran decir lo mismo.
Todo aquello de lo que nosotros somos testigos se convierte en la luz. Es la luz. El nacimiento de Jesús sucede en medio de las tinieblas. La resurrección de Jesús sucede en la noche y la ahuyenta. La vida de Jesús es una luz que va echando todo vestigio de mal y de tinieblas.
De eso somos testigos. De eso estamos viviendo para que demos vida.
Por eso se aunan en, en esta semana, los dos acontecimientos. El nacimiento y la resurrección son irrupción de Dios en la historia para convertirla en Historia. Nuestra forma de percibir a Dios, de pensarlo, de vivirlo, va mucho más allá. No lo ve distinto, sino solidario y cercano. La transcendencia se vuelve inmanencia. El cielo se vuelca sobre la tierra porque se abre una brecha de luz por la que podemos ascender para hacernos iguales al Hijo. Dios ha roto toda ruptura.
Por eso me glorío en ser cristiano, porque me da alegría poder ver que mi Dios y mi Señor me acerca sin quemarme, y me eleva sin destruirme.

Podéis pinchar en este enlace para verlas:
http://www.ciudadredonda.org/subsecc_mb.php?scd=3&sscd=14&nuevo_mes=12&nuevo_ano=2008&dia=22

martes, 20 de mayo de 2008

Lunes 19 de Mayo de 2008



Queridos hermanitos y hermanitas:
No dejan de sorprenderme estas acciones de Jesús. Marcos es un narrador muy parco en palabras. No quiere que nos distraigamos con elementos del relato que no considera importantes. Sobriamente, yendo al grano, nos permite acercarnos a un episodio muy claro con respecto a la fe, la oración y el ayuno. Es como si todo el relato estuviera construido en forma de flecha, que se va aguzando hasta conducirnos al final.
Jesús se lamenta de la incapacidad de los suyos, y de los de su tiempo – “esta generación”, los llama- para ir más allá. No creen y parecen incapaces de creer. Pero hay uno que se acerca. “Si puedes…ayúdanos”. La respuesta de Jesús es tajante: para aquel que cree todo es posible. La fe es una apuesta de sentido, una conclusión de la razón y una afirmación de la voluntad que se inclina a dejarse descansar en el misterio de Dios. La fe afirma con rotundidad. Sabe, en definitiva. No desconoce la realidad, sino que la dota de una orientación. Y sabe que triunfa siempre, porque el hilo conductor de la historia lleva a la salvación, a la liberación. Dios es, y sabemos de su bondad. Y por eso puede trastocar toda la realidad convirtiéndola en don, en energía, en bondad.
Los discípulos no pudieron, como hoy nosotros, batallar con ese demonio. Y se desilusionan, o se enfadan, o se sorprenden. No se puede guerrear contra el mal si uno no está revestido con la coraza de la fe y sus armas: la oración y el ayuno. Dicho de otra forma, en un esfuerzo de íntima unión con el Buen Padre Dios.
A nadie se le oculta que hoy hay muchísimos frentes abiertos donde convendría hacer milagros, y donde no suceden…La Palabra a veces es una espada de doble filo que atraviesa hasta el tuétano, poniendo de manifiesto nuestra ausencia de fe, de confianza. ¡Auméntanos la fe! Es un grito de confianza también. El que podemos lanzar en la seguridad de que Él sí que obrará en nosotros ese milagro, para que podamos colaborar en su obra. Eso le pedimos.
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Martes 20 de Mayo de 2008

Mis hermanitas y hermanitos:
Aunque no veo los rostros de los que se pueden acercar al comentario, al mío o al de los otros hermanos y hermanas que lo hacen, adivino que nos mueve un interés común por encima de todo: encontrarnos con Él, beber de su interior para poder llegar a ser totalmente de Él. Muchas veces podemos no entender, no saber. ¿Cómo interpretar este u otro acontecimiento? ¿Dónde está la voluntad de Dios? Nos pasa como a los discípulos. No entendemos y no nos atrevemos a preguntarle. Quizás porque sabemos que nos puede contestar y, que la respuesta, puede llevarnos a donde no queremos o no sabemos.
El Mensaje de Jesús, y su seguimiento, nos sitúan en una órbita de enfrentamiento con los valores contrapuestos a los del Reino, que nos puede llevar a un sufrimiento, a una pasión dolorosa. Podemos temer esto. Jesús nos asegura el triunfo, la resurrección. Pero nosotros queremos seguridades, saber que no va a haber fracaso. Por eso nos podemos enredar en las estructuras de poder.
¡Anda que no está claro! Servir, esa es nuestra tarea. Abajarse, no buscar prebendas, privilegios, reconocimientos, puestos de honor, títulos. No querer más que el bien de los otros. Hacerse último y servidor es darle la vuelta a esta tortilla del mundo y saber que somos un sustento del mismo. Y, por si fuera poco, Jesús coge al un niño y lo pone como ejemplo de la centralidad de los que no cuentan en medio del grupo de los discípulos.
A mí me llena de orgullo que muchísimos cristianos hayan entendido esto a la perfección y hagan de su vida, servicio; de su tiempo, descanso para los otros; de sus valores, ayuda constante. Claro que nos queda todavía mucho, porque los medios, a veces, nos traicionan. No hemos terminado de poner al niño, la humildad, en el centro. Pero en eso estamos.

Jesús, hermanito nuestro: ¡danos la fuerza que nace de ti para poder parecernos a ti!

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Miércoles 21 de Mayo de 2008


Hermanitos y hermanitas:
Me gusta esta expresión de Carlos de Foucauld. Así se conocen los que asumieron, después de morir, su estela: hermanitos de Jesús. El estuvo presente en medio de no creyentes, no dejó seguidores y fue un incomprendido de su tiempo. Pero quería que todos aquellos que anduvieran tras los pasos del Maestro de Nazaret, se reconocieran como hermanitos. Creía que la presencia podría obrar el milagro. No forzó, propuso. Puede que esta Palabra que tenemos hoy tenga mucho que ver con esto.
Indudablemente en el mundo hay miles de hombres y mujeres que siguen al Maestro, y que ponen en medio de sus vidas el amor como centro de su actuar. Tenemos la tentación, como los discípulos, de hacer una división entre los que están en un bando o en otro. Es la soberbia de quien cree que tiene la verdad absoluta, conoce los planes de Dios a la perfección y sabe interpretarlos. Así nos luce el pelo. La túnica de Jesús está rota porque hemos ido tirando de ella, hacia un lado o hacia otro. Todos creemos que nuestro grupo, nuestro proceso, nuestra congregación, asociación, camino o lo que sea, es el que está en la verdad. Machado diría. “¿La verdad? No, tu verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.”
Falta humildad que, la verdad, no es un valor muy cotizado. “Si quieres conocer a fulanito, dale un carguito”, dice el refranero popular. Porque intentará imponer, a costa de lo que sea, su criterio. En Jesús todos estamos llamados a construir una humanidad plena. Nosotros colaboramos, y todos pueden colaborar si lo hacen para que el hombre y la mujer vivan en dignidad, en libertad, en fraternidad. Habrá que unir, más que dividir. La túnica de Jesús se reparará a través de una humanidad aunada en el amor, en el que todos nos reconozcamos como hermanitos.
Un abrazo en el Cristo que nos hace uno.
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Jueves 22 de Mayo de 2008


Queridos hermanitos y hermanitas:
Es un trago duro el de la Carta de Santiago. Son palabras que hablan de forma directa y sin paliativos. Entendió el mensaje de Jesús y trata de bajar a formulaciones concretas. Y es que la riqueza, que Jesús llega a asemejar al Maligno, a lo diabólico, sustenta, en demasiadas ocasiones, desigualdades, injusticias y egoísmos. Esto se puede decir hoy también. Hay trabajos en precario, contratos de hambre y miseria en nuestro primer mundo y, por supuesto, en los países en vías de desarrollo. Salarios de injusticia que claman a Dios porque hacen acumular riqueza a unos, y pobreza a otros.
Nuestro primer mundo, rico y opulento, hace dietas y ayunos de adelgazamiento. El tercer y cuarto mundo, busca solventar su dieta de hambre. Y no puede. Esto clama contra nosotros. ¿Se dice para nosotros, también, que hemos engordado para el día de la matanza? Espero la misericordia de Dios, porque si me pone delante de los ojos, en el día del juicio, tanta criatura que suspira por algo que llevarse a la boca, no sé si voy a poder decir nada en mi defensa.
Frente a esto, y no como engaño de la obligación de conciencia que tenemos, Jesús propone gestos pequeños que busquen equilibrar tanto desastre. No es que proponga sólo un mensaje que tiene una fuerte incidencia social, pero desde luego que está en su meollo generar nuevas formas de relaciones entre los hombres. Y naturalmente desde la perspectiva de Dios Padre. Porque si no estaremos incurriendo en escándalo. Eso es ser sal y tener sal. Y así vendrá la paz. La que todos deseamos, que no es la de la inacción o la quietud, sino que brota de la justicia.
¡Danos, Padre Bueno, capacidad e inteligencia para transformar la realidad según tu quieres, para que el mundo sea cada vez más aquello que tu soñaste para nosotros!

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Viernes 23 de Mayo de 2008



Hermanitas y hermanitos:
Hay un transfondo, al menos así lo veo yo, en las dos lecturas que se nos proponen: la firmeza en la palabra. O, podemos decir: la coherencia.
En el caso de la carta de Santiago, nos asegura que no es necesario jurar, entre los cristianos. Vale la palabra dada. Asegura que quien habla, debe hacerlo desde la veracidad y la honestidad. Hoy, cuando la palabra no vale nada, cuando parece que mentir no cuesta, cuando todo es mera apariencia, vendría bien mostrar esta disponibilidad a la verdad como herramienta y costumbre.
En el evangelio, creo que tiene dos posibles interpretaciones. Por un lado la propuesta de Jesús era enormemente contracultural. La mujer tenía un acceso muy problemático al repudio. Siempre era al contrario. El varón predominaba en las relaciones y la mujer estaba sometida. Jesús dice que ambos son iguales: una sola carne. Por eso, aquello que está unido según Dios, no puede estar al arbitrio caprichoso de una de las partes, o de las dos. A ambos se les está diciendo que las relaciones establecidas teniendo el amor como vínculo, son para siempre. En el fondo el amor tiene una componente de eternidad, no acaba. Y el varón no tiene potestad para utilizar a la mujer como un objeto que satisfaga sus necesidades.
Decir sí, desde el amor, es una auténtica aventura que empieza cuando se atestigua. Y ese testimonio de la palabra dada debe estar bien fundamentado.
La gran corriente social que hace de las uniones, algo fungible, es decir, que acaba cuando se acaba la pasión, es entrar en la sociedad de consumo. Se consumen cosas y personas, relaciones y camas.
Jesús no quiere que el hombre sea objeto para nadie ni ante nadie. Tiene dignidad propia, que no depende de otro para poder afirmarse. Y eso vale para todas las relaciones.
Un fuerte abrazo en Jesús resucitado.
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Sábado 24 de Mayo de 2008

Queridos hermanitos y hermanitas:

Empezamos la semana con una profunda incomprensión de los discípulos con respecto al mensaje de Jesús. Y terminamos en lo mismo. Me parece de una enorme honestidad que los evangelios no oculten que los seguidores del Maestro no entendieran y, en no pocas ocasiones, se opusieran a lo que les proponía Jesús. Y es que Él anda rompiendo todas las normas de su tiempo. Era incómodo. Y sus discípulos lo sabían, pero a veces no llegaban a tanta novedad. Romper todas las líneas que separaban y dividían el mundo judío para hacerles entender que Dios no hace distinciones, resultaba algo muy complejo. Jesús es, en este sentido un profeta.
Pero no sólo habla de parte de Dios, sino que actúa. Ejerce el poder evidente de su convicción. Por eso va tensando tanto la situación, y en primer lugar con los suyos. Los primeros vuelven a ser los últimos.
Además de esto, Jesús aparece con una enorme cercanía y humanidad: abraza a los niños, los acaricia, los pone en el centro, le dice a sus discípulos que les dejen acercarse…Frente a un mundo de adultos y un Dios severo, el Reino habla de relaciones de cercanía, que empiezan en el trato con los otros, y terminan en el trato con Dios.
¿Qué querrá decir “hacerse como niños”? Algunos han creída ver la inocencia, otros la ultimidad, hay quien habla de la marginación. Creo que valen todas las respuestas porque, en el fondo, el evangelio está dicho para que resuene de forma nueva y personal en cada uno de nosotros. Sin embargo, me llama la atención este cuidado de Jesús con respecto a los que no cuentan. Creo que el acercarse de Dios va primero a los últimos. Nosotros hemos de aprender de esto y, por consecuencia, transformar la realidad para que todo pueda ser así.
Pedro Barranco
pedrobarranco@hotmail.com

viernes, 11 de abril de 2008

Te quiero cantar en esta noche sin oscuridad
el más bello de los sones,
quiero librar una batalla con todos los sonidos
y escoger los mejores
para hablarle a todos de este triunfo, de esta dicha.
Te cantan hasta las piedras,
te anuncian todas las luces,
te llaman todos los hombres y los ángeles
para poder ofrecer esta liturgia de felicidad.

Hoy, en una historia mil veces repetida, hemos gustado de la liberación:
la de Israel, pueblo de dura cerviz, que no conocía el descanso en sus errores y en sus aciertos; pero al que Dios se acercó con alma de compañía y se hizo historia con él. Hizo oxidar sus cadenas con el agua del Mar Rojo trocándolas en liberación. Y su pueblo fue testigo.

La de aquellos que vieron romperse la roca por la fuerza de la resurrección, que buscaron en el hueco y no encontraron. Te vieron vivo, y bien vivo, venir de frente. Con el alba nueva diste sepultura al miedo, a la muerte y sembraste en el seno de su historia, nuestra historia, la posibilidad de retornar a Dios todas las cosas. Más aún, al hombre todo. Fueron testigos, los primeros, engendraron la esperanza, vieron parirse el mundo de nuevo, nos legaron la vida, se desgastaron y prendieron fuego de victoria en el rotor del mundo. Ellos fueron testigos privilegiados del dominio del bien sobre el mal.


Esta es la noche santa, la que hace de gozne del bien, la que resume en una luz todas las esperanzas, las ilusiones y las alegrías. Esta es la noche primigenia, abre el vientre de piedra y mana agua que salta, cantarina, haciendo de puente, de rocío hasta el más allá de la muerte. Por atardecer el mundo de testigos, envío al Hijo, humanizó su realidad y convirtió el crepúsculo en amanecida.

Escuchad todos su amor, que quema, dilata, expande, perdona y rehace. Escuchad la Palabra definitiva de un Dios de las cosas sencillas que muere, dejando un rastro de donación mal contenida. Miradle y contempladle en la luz de los ojos que han visto la Luz. Sed testigos en la historia del rumor que abre nuevas expectativas, nuevos horizontes. “Bendita la culpa que mereció tal Salvador” Benditos nosotros que hemos recibido la fuerza, que hemos oído el susurro, que conocemos la huella. Benditos nosotros porque nuestra madre, la Iglesia, nos ha dejado, sin mancha ni merma, el mismo mensaje que vieron los primeros.

¡El pecado ha sido vencido!¡La muerte huye en derrota! Nadie puede colmar más un vaso de libertad; nadie puede buscar ya más un refuerzo de confianza, nadie puede vivir ya de espaldas a la verdad. Hemos nacido de nuevo. Hemos sido renacidos por la fuerza del testimonio de amor de un Cristo eternamente vivo y rebosante de plenitud.


No hay miedo. Ya no puede vivir cobijado en nuestras miserias. Somos hijos de la Luz, somos herederos del infinito, somos ciudadanos de las estrellas. Estamos pertrechados para arrancar las tinieblas con un fuego que no se apaga. Somos el Nuevo Pueblo que marcha, liberado al fin, hacia un Orbe nuevo y distinto. Estamos unidos, por la fuerza de la Sangre, a todos los que ama Dios, a todos los hombres y mujeres de todas las historias posibles. Nuestro nudo es más fuerte que la muerte. Hermanos, al fin, que esperan ver ardiendo, hasta la Nueva Aurora, a este Cirio.
Jesús, el Cristo, Ungido para la Vida, brilla para todos nosotros, para la Humanidad completa y no se extingue. Y nosotros somos testigos. Dichosos testigos. Así sea.



PEDRO BARRANCO

viernes, 25 de enero de 2008

Homilía del P. General Adolfo Nicolás - misa en la Iglesia del Gesù, 20-01.08

Por el interés que suscita esta información, a continuación os ofrecemos la Homilia de Adolfo Nicolás, General de los Jesuitas, recientemente elegido.
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Ante todo quisiera decir que este no es un mensaje para el mundo. Es una simple homilía. Una reflexión en oración sobre las lecturas de hoy para los jesuitas que estamos aquí.
La primera lectura de Isaías creo que nos da a todos nosotros, cristianos, un poco la visión de cuál es nuestra misión en el mundo. Isaías nos dice que todos hemos sido llamados a ser servidores, que estamos aquí para servir. Es un claro mensaje sobre cuál es nuestra misión como jesuitas, como cristianos, como pueblo de Dios. Dios nos hace servidores. En esto el Señor encuentra satisfacción. La traducción española que se ha leído dice que Dios está orgulloso del Siervo. La traducción italiana dice que Dios “tiene satisfacción”. Creo que esta última sea más cercana a lo que la Biblia quiere decir. Más nos hacemos servidores, tanto más le agrada al Señor. Creo que esta es una imagen que debemos llevarnos con nosotros hoy.
Los periódicos, las revistas están jugando estos días con el “cliché”: Que si el Papa negro, el Papa blanco, poder, encuentros, discusiones… Pero todo estos es tán superficial, tan irreal! Esto no es más que un poco de alimento para los que aman la política, pero no para nosotros.
Isaías nos dice: Servir agrada al Señor. Servir es lo que cuenta: Servir a la Iglesia, servir al mundo, servir a los hombres, servir al Evangelio. También San Ignacio nos ha dicho a modo de resumen sobre nuestra vida: En todo amar y servir. Y nuestro Papa, el Santo Padre Benedicto XVI nos ha dicho que Dios es amor. Nos ha recordado la esencia del Evangelio.
Después Isaías nos dice cuál es la fuerza del servidor. La fuerza del servidor es solamente Dios. Nosotros no tenemos otra fuerza. Ni las fuerzas externas de la política, de los negocios, de los medios de comunicación, ni la fuerza interna de la investigación, del estudio, de los títulos. Solamente Dios. Como los pobres. Hace poco conversaba con uno de vosotros, sobre algo que me sucedió en un etiempo en que trabajaba con emigrantes. Una experiencia que me impresionó hondamente. A una Filipina que había tenido muchas dificultades para integrarse en la sociedad japonesa, que había sufrido muchísimo, se le acercó otra filipina pidiéndole consejo: -Tengo dificultades con mi marido, y no sé si divorciarme, si continuar… Le pedía consejo sobre estos problemas bastante habituales. La primera le respondió: -No se que decirte ahora mismo. Pero ven conmigo a la Iglesia y recemos, porque para nosotros los pobres, solamente Dios nos ayuda-. Esto me impresionó mucho, porque es muy verdadero. Para los pobres, solamente Dios es la fuerza. Para nosotros sólo Dios es la fuerza. Para el servicio desinteresado sin condiciones sólo Dios es la fuerza.
Después continúa el Profeta hablándonos de salud. Nuestro mensaje es un mensaje de salud, de salvación. Indica más adelante el punto que me ha impresionado más: Nuestro Dios, nuestra fe, nuestro mensaje, nuestra salud, son tan grandes que no se pueden encerrar en un recipiente, en un grupo, en una comunidad, aunque sea una comunidad religiosa. Se trata de noticias de salvación para todas las naciones. Es un mensaje universal porque el mismo mensaje es enorme. Un mensaje que de por sí es irreductible.
Hoy estamos aquí todas las naciones representadas. Todos, todo el mundo está aquí representado. Sin embargo las naciones continúan aún más a abrirse. Pienso yo hoy, para mí cuales son ahora las “naciones”. En efecto, aquí estamos todas las naciones geográficas, pero quizá existen otras naciones, otras comunidades no geográficas, sino humanas que reclaman nuestra asistencia: Los pobres, los marginalizados, los excluidos. En este mundo globalizado aumenta el número de los que son excluidos por todos. De los que son disminuidos, porque en la sociedad sólo tienen cabida los grandes, no los pequeños. Todos los desaventajados, los manipulados, todos estos, son quizá para nosotros estas “naciones”: Las naciones que tienen necesidad del profeta, del mensaje de Dios.
Ayer después de la elección, después del primer schock, llegó el momento de la ayuda fraterna. Todos vosotros me habéis dado un saludo muy generoso, ofreciendo vuestro apoyo y ayuda. Uno de vosotros me ha dicho en un susurro: -¡No te olvides de los pobres!-. Quizá este es el saludo más importante, como cuando Pablo se dirige a las Iglesias más ricas pidiendo para los pobres de Jerusalén. No te olvides de los pobres: Estos son nuestras “naciones”. Esta son las naciones para las que la salvación es todavía un sueño, un deseo. Quizá está ya entre ellas, pero no la perciben.
Y los otros? Los otros son nuestros colaboradores, si participan de la misma perspectiva, que tienen el mismo corazón que Cristo nos ha dado. Y si ellos tienen un corazón todavía más grande, y una visión todavía más grande, entonces somos nosotros los colaboradores suyos. Porque lo que cuenta es la salud, la salvación, la alegría de los pobres. Lo que cuenta, lo que es real es la esperanza, la salvación, la salud. Y nosotros queremos que esta salvación, que esta salud se extienda como una explosión de salvación. Así habla Isaías: Que sea una salvación que a todos alcance. Una salvación según el corazón de Dios, de su voluntad, de su Espíritu.
Nosotros continuamos nuestra Congregación general. Quizá este es el punto que debemos discernir. En este momento de nuestra historia donde debemos poner nuestra atención, nuestro servicio, nuestras energías. O con otras palabras, cuál es el color, el tono, la figura de la salvación hoy para tantos y tantos que tienen de ella necesidad, para tantas “naciones” humanas, no geográficas que todavía reclaman salud. Son muchos los que esperan en una salvación que todavía no hemos comprendido. Abrirse a esta realidad es el desafío, la llamada de este momento.
Así, y con esto vamos al Evangelio de hoy, es como nosotros podemos ser verdaderos discípulos del Cordero de Dios, Aquel que quita nuestros pecados y nos conduce a un mundo nuevo. Y Él, el Cordero de Dios, se ha presentado a sí mismo como Servidor, el que lleva a cumplimiento la doctrina de Isaías, el mensaje de los Profetas. Su identidad de Servidor será el signo, la marca de nuestra propia misión, de la llamada a la que tratamos de responder en estos días.
Oramos todos juntos por este sentido de Misión de la Iglesia, para que sea a favor de las “naciones”, no de nosotros mismos. Las “naciones” que todavía están lejos, no geográficamente, sino humanamente, existencialmente. Para qué la alegría, la esperanza que viene del Evangelio sea una realidad con la que nosotros podamos colaborar un poco. Haciéndolo con mucho amor, y con un servicio desinteresado